Por qué me enamoré de Puglia al sur de Italia (Parte 2)
La siguiente mañana el grupo comenzó con una clase de yoga (¡que por mi falta de muda no me animé a participar y por siempre me arrepentí!) y luego nos llevaron hasta un punto para recoger bicicletas y seguir el recorrido hasta el próximo destino. Me fue imposible participar, principalmente porque no había bicicleta que no superara mi altura, pero desde la caravana alentaba a aquellos valientes que, bajo la lluvia, seguían con gran ritmo cada metro de la travesía. Llegamos finalmente al lugar señalado, que era una fábrica de mozzarella y burrata. Este es uno de los íconos de Puglia, ya que se pueden encontrar en la región los más ricos y sabrosos quesos italianos. En una siguiente parada también aprendimos a hacer focaccia y pasta al estilo local y en el entorno de una característica massería de Puglia.
Por la noche llegamos a uno de los hoteles más espectaculares en los que me he hospedado en mi vida: Borgo Egnazia. Nos recibió el dueño, Aldo, un hombre fascinante que además se aseguró de que nuestra estancia fuera lo más perfecta posible.

Al otro día seguimos rumbo hacia la siguiente masseria, Masseria Le Carrube, también propiedad de Aldo. Esta es más rústica y pequeña pero no por eso menos encantadora. Por la noche, cenamos en la cava de la massería con el sonido de la música tradicional en vivo. Digamos que la falta de quórum de Aldo y los organizadores para hacer que la gente se levantara me obligó a comenzar yo misma el baile y a animar la noche. Como resultado vivimos una experiencia deliciosa que nunca olvidaremos. Ni siquiera Aldo se salvó de mi iniciativa, y así fue como esa noche terminamos todos bailando y creando los mejores recuerdos. ¡Es que de estos momentos están hechas las mejores experiencias de viaje!



